Solitario cientotreinta

En el fondo del colectivo está sentado, con un estuche cuya forma de pata de elefante delata la presencia de una trompeta o algo similar. El sol amarillo de las 5 de la tarde en invierno le tiñe la mirada, le toca los ojos mientras el omnibus lo pasea por Figueroa Alcorta, pasivo y en silencio, tarareando mentalmente andá a saber qué melodía.

El sol casi rosado de las 6 de la tarde en invierno tiñe su trompeta sobre el escenario, que irradia indie folk ante más de 2.000 personas. Allá a lo lejos se proyecta su imagen en pantalla gigante y nadie sospecharía que minutos antes venía, desprovisto de pompas, sentado solo en el 130.

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