Se miran intensamente, como si se conocieran por años. Se miran fijamente, como si se hablaran. Ella tiene anteojos negros. Él no, aunque entrecierra los ojos para evitar el sol. Ella se sonríe por esa belleza. Él, contemplado, afloja los gestos, relaja la boca. Cada uno en su silla, casi enfrentados. Ella el pelo canoso, postrada, sin piernas, con todo el peso de los años; su enfermera que la ha sacado a pasear, detrás. Él, pequeño, babeando, inocente, pocos meses de vida, su madre detenida. Y tienden un puente, en esa esquina, detenidos ajenamente por el semáforo. Tienden un puente, en ese breve encuentro, entre futuro y pasado.